SOBRE LA REFORMA EDUCATIVA DEL MINISTRO WERT
Vemos en estos días como el Gobierno Español nos presenta una nueva reforma del Sistema Educativo, que ya no recuerdo que número hace desde la primera que tuvo lugar en tiempos de La Transición, y que nace con el sano propósito de mejorarlo, buscando una mejor preparación de nuestros jóvenes estudiantes para un mañana cada vez mas difícil y competitivo.
Creo por tanto que es necesario, para tener una adecuada visión sobre el tema, echar un vistazo a lo escrito por Luis Garicano, a través de una anécdota sobre una relación descrita por él en el artículo, entre la victoria de Obama en las recientes elecciones en USA, las matemáticas, la estadística y la importancia de un modelo educativo que nos enseñe a entender, interpretar y analizar la información a través de los datos. La habilidad principal necesaria para ganarse bien la vida en el mercado laboral del mañana, no será la que se necesita para hacer trabajos manuales, pues estos los harán las máquinas, sino la de aquellos que manejando un teclado las programan.
Será fundamental para una buena formación en el futuro, un amplio conocimiento de las matemáticas y la estadística, una buena capacidad para razonar y argumentar, y un excelente nivel de inglés avanzado. Si la nueva Reforma Educativa va en esta dirección, algo habremos ganado. Y ahora el artículo en cuestión.
Son las matemáticas, estúpido. Luis
Garicano.
Las elecciones americanas han tenido
un ganador inesperado: los modelos estadísticos. Ya en las elecciones de 2008,
un bloguero llamado Nate Silver consiguió una leal audiencia desde su blog a
base de predicar el evangelio del rigor, la calma y el análisis de los
pronósticos electorales por encima de las opiniones basadas en la “intuición” y
el “instinto”. Llegado el momento de la elección, su modelo estadístico, que
combinaba todos los datos de encuestas existentes para producir un resultado
electoral Estado a Estado, consiguió un éxito enorme al predecir los resultados
en todos los Estados menos uno. Tras este éxito, el New York Times le
compró el blog y lo instaló en su primera página en Internet durante esta
campaña de 2012.
El análisis que ha llevado a cabo
Nate Silver en este ciclo ha sido espectacular por lo razonable, valiente, y al
final, correcto. Desde hace muchos meses predecía su modelo estadístico una
clara, aunque ajustada, victoria de Obama en el Colegio Electoral. Su argumento
básico era que lo importante no era la intención de voto nacional (empatada
prácticamente), sino la de los Estados, ya que son estos los que participaban
en el Colegio Electoral; que había muchas encuestas estatales en los Estados
clave (Ohio, sobre todo); y que todas casi sin excepción predecían victorias
ajustadas de Obama. Cada encuesta daba una victoria dentro del margen de error,
pero cuando se combinaban todas correctamente y se computaba su impacto en el
colegio electoral, se llegaba a una predicción con un alto grado de confianza.
Enfurecida, y convencida de que estas
elecciones las tenía ganadas, el ala más dura del partido republicano emprendió
un durísimo ataque contra Silver, acusándole de ser un manipulador, ocultar los
datos, no entender las encuestas, tener una fórmula compleja, tener una fórmula
trivialmente sencilla, etcétera. Apoyando estos ataques se encontraban muchos
“opinadores profesionales” de izquierda y derecha, acostumbrados a interpretar
tendencias desde su sillón, y que veían en peligro su posición ante los avances
de este amateur (y muchos otros que seguían tras sus pasos).
Nate Silver respondió siempre a estos
ataques con calma, explicando las matemáticas en los términos más sencillos,
aclarando lo que sus datos querían y no querían decir e insistiendo en que no
era la carrera justita y ajustada hasta el final que los vendedores de
periódicos y los republicanos “duros” querían ver, sino que caminábamos hacia
una victoria clara de Obama. Sus discusiones entraban en detalle en asuntos
como la correlación entre los movimientos de los distintos Estados, la
predictibilidad de la participación, la fiabilidad de diferentes tipos de
encuesta.
Sus enemigos demostraban
continuamente su completa ignorancia de los conceptos estadísticos más básicos,
en particular la diferencia entre el tamaño del margen de victoria (un par de
puntos) y el que este margen sea o no estadísticamente significativo.
El resultado electoral supuso una
victoria para Silver aún mayor que la de 2008. No solo acertó el ganador y su
margen, sino también el resultado en todos y cada uno de los Estados. Y
siempre, eso sí, insistiendo con humildad en que no tenía ningún mérito, que lo
único que hacía era fiarse de los datos y no de su instinto.
La victoria de Silver es una
anécdota, sí. Pero como en el caso de la evaluación cuantitativa de los
jugadores de baseball que describe el periodista Michael Lewis
en Moneyball (y que es ahora una película de éxito), refleja la
victoria de un mundo nuevo, en el que los que son capaces de entender,
interpretar y analizar la información derrotan a los especuladores de salón que
no saben leer los datos, pero que saben enrollarse como las persianas sobre
todo lo que está bajo el sol. Un mundo en el que gana el argumento no el que
más cobra, el más prestigioso, o el jefe, sino cualquiera (incluido el más bajo
en la jerarquía o el más joven) que sea capaz de hacer el mejor argumento
basado en la evidencia empírica.
La revolución que ya ha tenido lugar
en la toma de decisiones en finanzas, en baseball, en marketing (con
el análisis masivo de bases de datos de compra) y en la política presidencial
americana llegará poco a poco a todas las áreas del conocimiento. Y para
beneficiarse de ella, habrá que tener un buen conocimiento de estadística y de
matemáticas. Y es que las matemáticas no son solo, como dijo Galileo, el
lenguaje en el que Dios escribió el universo, sino que son el lenguaje de los
datos y la información en la que estamos inundados. Sin entender modelos
matemáticos sencillos, lo que estos pueden predecir y lo que no, los supuestos
que requieren, la confianza que merecen, es prácticamente imposible participar
activamente en campos aparentemente tan poco matemáticos como la biología, la
economía, las finanzas, la contabilidad, la sociología, la ciencia climática,
la ciencia política, la medicina (¿cuál es la probabilidad de curación en este
caso con quimio, con radio o con cirugía?, ¿de qué depende esta probabilidad?),
o el marketing.
Nuestros hijos vivirán en este mundo
rico en datos, en el que los trabajos manuales bien pagados habrán desaparecido
prácticamente, sustituidos por los robots, y en el que la habilidad principal
necesaria para ganarse bien la vida será saber manejar datos, información,
símbolos, e ideas. Las máquinas no se manipularán con las manos, sino con un
teclado, y los maquinistas tendrán que saber programar. El valor añadido en los
procesos productivos estará antes de la fabricación (I+D) y después de esta
(servicios), no en la fabricación misma. Las decisiones no se tomarán a partir
de intuiciones e instintos, sino a partir de una lectura correcta de la
evidencia.
Es sorprendente en este sentido que
los españoles acepten sin rechistar la estafa que supone la enseñanza
secundaria y universitaria que se imparte en demasiados lugares en España,
plagada de profesores que imaginan que enseñar consiste en sentarse en una
silla a dictar apuntes (¿no conocerán quizás la moderna invención de la
fotocopiadora, la impresora, y el correo electrónico?). El debate sobre enseñanza
se centra siempre, en cada uno de los interminables procesos de “reforma” en si
clase de religión sí o clase no; y si formación del espíritu nacional español,
o mejor espíritu nacional catalán o cántabro. Y podemos estar seguros de que
los padres protestarán contra cualquier incidente con la comida, que se echarán
a la calle ante cualquier subida de tasas, o fallo en la limpieza de las
clases.
Pero estamos por escuchar la primera
protesta porque a los niños no se les exige suficiente, porque las clases son
demasiado blandas, rutinarias, y memorísticas. Estamos por escuchar la primera
protesta porque los chicos salen del colegio, con 16 o con 18 años, sin haber
adquirido los tres fundamentos claves necesarios para salir adelante en la
economía de conocimiento: un nivel avanzado de confianza en el uso de las
matemáticas y la estadística; una capacidad elevada para escribir un argumento,
no solo correcto gramaticalmente, sino razonado con claridad y convicción; y un
nivel avanzado de inglés. No nos engañemos, sin haber adquirido estos tres
fundamentos básicos para participar en la economía del conocimiento, es como si
los niños no hubieran pisado la escuela desde los 14 años. Y conseguir esta
prioridad requiere no solo que los padres se involucren mucho más y que los
colegios exijan mucho más, sino también que el modelo educativo cambie, y que
exijamos a los Gobiernos, del signo que sea, que sacrifiquen primero el gasto
en cualquiera de los otros dos pilares del Estado de bienestar, sanidad y
pensiones, si es estrictamente necesario, pero que mantengan por encima de todo
la inversión en capital humano, en educación, absolutamente necesaria para
asegurar el futuro del país. Vemos en estos día como el Gobierno Español presenta una nueva reforma del sistema educativo, que ya no recuerdo que número hace desde la transición, y que nace con el sano propósito de mejorarlo, buscando una mejor preparación de nuestros jóvenes para el día de mañana.
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