Recuperar Industria y la economía española si. ¿Pero como hacerlo?



Por Luis Domenech

Echemos antes la vista atrás: A finales de los 70 y principios de los 80 España tuvo que afrontar dos reconversiones cuasi simultaneas, la primera fue el paso de una dictadura a una monarquía democrática con los cambios en la estructura socio-política del país que dicha transición de un régimen a otro requería; la segunda fue la reconversión industrial en una época de profundos cambios en el modelo económico de los países del primer mundo que daban los primeros pasos hacia una nueva era industrial, una nueva economía y el inicio de una globalización que vino algo mas tarde.

El tránsito político citado es el mayor logro de los españoles del siglo pasado, siendo esta transición diseñada y pilotada por un partido político hoy extinto, la UCD, que fue capaz de reunir el consenso necesario para que tuviéramos una Constitución, una nueva organización del Estado y unas Leyes Fundamentales que son los pilares de nuestra Democracia y del Estado de Derecho actual. 

Sin embargo la reconversión industrial, que fue pilotada por los Gobiernos del PSOE con Felipe Gonzalez a la cabeza, a la vez que nos acercábamos hacia Europa y su Comunidad Económica, nos ha llevado a la pérdida de algunas de las grandes industrias de carácter estratégico en sectores como el naval y el siderúrgico que llevaron al paro a cientos de miles de trabajadores, sumados los de aquellas empresas que tuvieron que cerrar por ser suministradoras de las primeras, afectando de manera desigual a varias de las regiones de nuestro país, especialmente al País Vasco (siderurgia y naval), Asturias (siderurgia y naval), Comunidad Valenciana (siderurgia) y Andalucía (Naval). Hoy la industria representa el 16% de nuestro PIB, mientras que en la España de 1975 representaba el 30%, por lo que hoy ya no tiene el peso que ha tenido antes, y eso en la actualidad no es bueno.

Las políticas de re-industrialización aplicadas posteriormente para recuperar el tejido industrial de las regiones afectadas no fueron igualmente eficientes y suficientes en todas las regiones. Si lo fueron en el caso del País Vasco que recuperó su fortaleza industrial y su peso específico en el PIB del país por la recuperación, la diversificación y la tecnificación de su sector secundario. No pasó lo mismo en la crisis de Asturias, a la que se sumó la perdida de la actividad minera por el cierre de las minas, que se sumaron a los cierres de los astilleros y a la reducción de la actividad siderúrgica por culpa de las cuotas que nos impusieron desde Europa cuando hubo que reducir la capacidad de producción en esos sectores. En Valencia directamente se cerró la siderúrgica de Sagunto, y en Andalucía, Galicia y Euskadi se vio recortada hasta casi 0 la capacidad constructiva de las radas de sus astilleros. En Galicia se vio especialmente afectada la comarca del Ferrol por la pérdida de actividad de la antigua ASTANO relegada unicamente al mantenimiento de buques y sin actividad en las gradas de Perlío, las mayores del país, por cierto, y con NAVANTIA unicamente centrada en la construcción de buques militares. No obstante, esta política de desarrollo nos ha dado niveles de bienestar hasta ahora desconocidos para los españoles, y esto lo hemos logrado entre todos.

Pero volvamos a los tiempos de hoy para repasar que problemas enfrenta el sector industrial por los efectos de la globalización y por los daños ocasionados por esta pandemia que azota al mundo y especialmente al mundo desarrollado desde el punto de vista de la economía real.

Un ejemplo del daño que la globalización puede causar en el sector industrial, lo hemos sufrido recientemente por el anuncio de Nissan de cerrar la planta de Barcelona. Esto sucede por la adopción por parte de la multinacional de una nueva estrategia por la cual dividen el mundo en tres partes: una que engloba a los países asiáticos (China, Japón, Corea del Sur principalmente, mas EEUU y Canada) que se queda Nissan, una segunda que será para Renault y que abarca a Europa, norte de Africa, y América del sur, y una tercera para Mitsubishi que se queda con Australia, el sudeste Asiático y Oceanía. Pues este reparto es el que ha obligado a cerrar la factoría barcelonesa de Nissan que se va de Barcelona y de Europa enviando a cera de 20.000 trabajadores al paro, lo que va a tener graves consecuencias para el desarrollo de la comarca si no se acometen planes de re-industrialización.

Las consecuencias del daño que la pandemia pueda producir sobre el tejido industrial son de otra índole y tienen otro sustrato distinto que tiene que ver con las cadenas globales de suministro que se han visto alteradas gravemente por la pandemia.

Estas cadenas de suministro fueron durante los últimos 30 años los principales motores de la globalización económica así como de la rápida expansión del comercio mundial, representando entre el 60 y el 70% de su crecimiento. La economía global alcanzó su pico en el año 2011 y desde entonces, y por culpa de la incertidumbre económica generada por la crisis de 2008, se inició una desaceleración que ha constreñido a las cadenas de suministro mundiales lo que ha llevado a los Gobiernos de algunos países, especialmente EEUU, a adoptar políticas proteccionistas y de re-captación de industrias que se han intensificado con la pandemia actual, induciendo un estado de recesión por la contracción de la oferta y la disminución de la demanda.

Por otra parte esta ruptura de las cadenas de suministro en su origen en China al inicio de la pandemia obligó a parar a numerosas factorías en todo el globo que les ocasionaron cuantiosas pérdidas, razón por la que las empresas ahora se plantean repatriar la producción para garantizarse la integridad de dicha cadena principalmente.

Para poder anticipar la recuperación económica de cada país, debemos antes comprender los efectos que la recesión produce en las cadenas de suministros globales, de como cuando un eslabón se rompa en dicha cadena, se puede alterar toda la red de producción de una empresa e incluso de todo un sector, provocando  a su vez nuevas alteraciones que pueden extenderse a gran parte de la economía, dependiendo de la importancia de dicho sector como proveedor de insumos para otros sectores, lo que se traduciría en daños en cadena en la linea de producción y caídas en la puesta en el mercado de sus productos lo que sería perjudicial para la cuenta de resultados de la empresa y para el PIB regional.

Añadamos a este cocktail de circunstancias el hecho de que diversos sectores están en este momento inmersos en procesos de transición tecnológica, como es el caso del sector de la automoción que encara un nuevo tiempo para la transición desde los coches movidos por motores de combustión hacia los coches movidos por motores eléctricos, o el del sector de las comunicaciones por la implantación del 5G y de todo lo que ello conlleva. Estos dos últimos ejemplos son sectores que requieren de ingentes cantidades de recursos para su desarrollo, y que ofrecen oportunidades a las empresas mas innovadoras y de mejor futuro, que necesitarán de nuevas cadenas de suministro que serán básicas e imprescindibles para una buena recuperación económica e industrial.

Todas estas, son potentes razones para ver la importancia que tiene para cada país la necesidad de acordar las nuevas políticas a implementar que hay que enfrentar de cara al futuro. El dilema entre expandir el gasto social versus gasto productivo está servido, y ello no quiere decir que ambos no sean importantes, o que uno sea menos importante que otro. Pero a la hora de acordar por ejemplo como han de ser las políticas de estímulo de la economía, si habrá que decidir a que sectores debe de ir destinado el dinero disponible en primer término. Puede que los programas para la compra de automóviles o para el desarrollo del 5G sean mejores que los programas de ayuda a restaurantes, pues los primeros generarán mas demanda agregada que el segundo, por poner un ejemplo para entender el concepto mejor.

Incentivar el crecimiento de sectores específicos y sobre todo estratégicos, es para lo que se diseñan los planes de estímulo. Estos sectores específicos incentivados han de mejorar la recaudación fiscal por euro invertido.

Para lograr el máximo retorno de la inversión, y para que este se obtenga lo antes posible, hay que identificar que sectores productivos no son sustitutivos, que además generan cadenas globales de mayor valor añadido y que nos darán una mayor velocidad de recuperación de la economía real que a la vez nos llevará a una rápida expansión del PIB.

Gobiernos, instituciones globales y nacionales, empresas, sindicatos…, han de ser socios colaboradores para el diseño de estos nuevos planes de desarrollo; de la participación de todos ellos y desde el consenso, ha de salir la ruta a seguir por el país, y nos jugamos el futuro en ello. Debe de mejorar el clima político actual abandonando las posiciones maximalistas para que sea posible el acercamiento de posiciones hacia puntos de acuerdo, evitando pisar callos, para así lograr reformar todo lo que haya que reformar. Necesitamos una Nueva España para otros 50 años, que será la España de nuestros hijos y de nuestros nietos. Hacedlo por ellos.

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