Pesca, aranceles y fronteras: tras el Brexit, ¿a qué juegan Johnson y la UE?
Eszter Wirth, Universidad Pontificia Comillas
El Primer Ministro Boris Johnson advirtió en días pasados a los ciudadanos británicos que deben estar preparados para una salida del Mercado Común Europeo sin haber llegado antes a un acuerdo comercial con Europa.
Para Johnson, lo único que puede impedir esta salida abrupta a partir del 1 de enero de 2021 es que las instituciones de la UE cambien drásticamente su enfoque.
Ya han pasado cuatro años desde el referéndum que precipitó su salida de la UE. En octubre de 2019 el propio Johnson negoció con la UE un nuevo Acuerdo de Retirada, que sustituía al negociado por Theresa May, para la retirada del Reino Unido del bloque europeo.
Entonces, ¿por qué existe todavía la posibilidad de que el Reino Unido salga sin acuerdo (no-deal Brexit)?
¿Qué obstaculiza las negociaciones?
El Brexit se hizo efectivo el 1 de febrero de 2020, pero hasta el 31 de diciembre de este año el Reino Unido seguirá contribuyendo al presupuesto comunitario y permanecerá dentro del mercado común.
Hasta entonces, el tráfico de mercancías seguirá fluyendo sin trabas entre los puertos de Dover y Calais. Para que estos flujos comerciales no se vean obstaculizados, el Reino Unido necesita llegar a un acuerdo comercial con la UE.
En 2019 el 43% de las exportaciones del Reino Unido se destinaban a la UE y un 49% de sus importaciones procedían de la UE.
Johnson quiere llegar a un acuerdo comercial similar al que la UE ya tiene con Canadá (CETA).
Eso permitiría a Reino Unido un comercio libre con la UE, sin aranceles ni cuotas, y, al mismo tiempo, firmar acuerdos comerciales internacionales propios con terceros países, como ya lo ha hecho con Japón en septiembre de 2020.
Tampoco tendría que ajustarse a la política de competencia de la UE, por lo que el gobierno británico podría proporcionar ayudas a sus empresas nacionales, como subsidios o exenciones fiscales.
Y ahí encontramos un posible punto de fricción: la UE exige que el acuerdo incorpore una competencia abierta y equitativa entre las empresas británicas y comunitarias, (lo que se conoce como level playing field).
Economía interior
A este respecto, sorprende la postura adoptada por el Partido Conservador, ya que desde la era Thatcher redujo las ayudas públicas, favoreciendo el libre mercado.
El posible responsable de este giro proteccionista es Dominic Cummings, asesor y amigo personal del Primer Ministro, conocido por haberse saltado el confinamiento en primavera y repudiado por muchos ciudadanos británicos.
En su campaña, Johnson prometió a los habitantes del norte del país revitalizar sus industrias. Se trata de una región en decadencia y tradicionalmente votante del Partido Laborista, que depositó su confianza en Johnson y su Brexit en las elecciones pasadas.
En cualquier caso, la pandemia también ha golpeado gravemente la economía del Reino Unido: su PIB cayó más del 20% en el segundo cuatrimestre de 2020.
La riqueza de los mares
El otro campo de batalla entre el gobierno británico y la UE se encuentra en aguas marinas. Con el Brexit, el Reino Unido se ha visto liberado de las obligaciones impuestas por la Política Pesquera Común, así que los barcos pesqueros de la UE ya no podrán faenar libremente en aguas británicas (y viceversa).
Aunque este sector solo emplea a unas 180 000 personas en la UE, es una fuente de ingresos clave para países como España, Francia, Holanda, Irlanda o Dinamarca. Aproximadamente el 42% de las capturas de la UE proceden de aguas británicas.
Los pescadores comunitarios no tienen dudas de la calidad de los caladeros británicos y necesitan seguir accediendo a ellos. Pero el Gobierno está utilizando el sector como símbolo de su soberanía nacional, y ha prometido a los pescadores de Reino Unido duplicar sus cuotas de capturas.
Reino Unido, tan lejos como Australia
Si no se alcanza un acuerdo en las próximas semanas, cosa que parece cada vez más probable, el Reino Unido saldrá del Mercado Común Europeo y, de acuerdo a los principios mínimos de la OMC, tendrá la misma consideración que Australia, por ejemplo. Esto implica la inspección de mercancías y la aplicación de aranceles relativamente altos.
Sin acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea, los aranceles y las inspecciones sanitarias y burocráticas a las mercancías que fluyen cada día entre Dover y Calais, acabarán provocando disrupciones en el abastecimiento de alimentos y medicinas a uno y otro lado del Canal.
Varias empresas han advertido ya al Gobierno británico que demandarán compensaciones económicas por el impacto de las tasas arancelarias.
Pero un acuerdo con un país tercero no es fácil de alcanzar: desde 2018 Australia y la UE están en negociaciones.
Fronteras y separatismo
Por otra parte, el Acuerdo de Retirada firmado por Johnson en octubre de 2019 prometía mantener provisionalmente a Irlanda del Norte dentro del Mercado Común Europeo para evitar trazar una frontera entre las dos Irlandas.
Pero a finales de septiembre de 2020 Johnson decidió unilateralmente modificar su propio pacto, socavando el Acuerdo de Viernes Santo, violando las leyes internacionales y reduciendo la confianza internacional en el Reino Unido.
Por si fuera poco, el Brexit a las bravas daría vigor al movimiento independentista en Escocia, ansioso por convocar otro referéndum.
Las instituciones comunitarias no dan su brazo a torcer. Su objetivo es desgastar al gobierno británico para que mantenga el acuerdo de 2019. De ese modo, transmite además un mensaje claro a sus 27 miembros: ¡esto es lo que os pasará si os atrevéis a dar un paso hacia la salida de la UE!
Eszter Wirth, Profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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