Innovación: el problema no está en la velocidad, está en la ética

Mark Zuckerberg

Enrique Dans / Julio 23, 2021

Un Un artículo en TechCrunch de Denis Mars, durante algunos años director de admisiones de la conocida incubadora Y Combinator, titulado «Moving fast and breaking things cost us our privacy and security«, hace responsable al conocido lema interno de Facebook, «Move fast and break things», del desastre en que se ha convertido la evolución de las redes sociales y de la privacidad de la historia por culpa de la compañía creada por Mark Zuckerberg.

El artículo, sin embargo, me genera una sensación incómoda: francamente, creo que una compañía debe plantearse la innovación como un terreno sin límites, sin detenerse en su investigación y desarrollo por el hecho de que algo caiga más allá de algún tipo de convención prefijada. Sin embargo, creo que eso se aplica a las fases de investigación y desarrollo, cuando la compañía está diseñando productos o servicios, cuando está, por así decirlo, en fase experimental. En las fases experimentales, desde mi punto de vista, vale prácticamente todo, únicamente aplicando los límites del sentido común, y además debe ser así, porque no son pocas las ocasiones en las que la innovación surge precisamente del hecho de empujar esos límites, de ponerlos a prueba o de considerarlos como algo que puede sobrepasarse. La innovación, en sus fases de diseño y desarrollo, no se debe encorsetar.

La diferencia, no obstante, surge en la siguiente fase: cuando un producto o servicio es diseñado y desarrollado, los efectos nocivos que puede llegar a causar pueden verse, por lo general, cuando se somete a la prueba del uso, y cuando empezamos a aplicar las derivadas que podría llegar a suponer su adopción masiva. Es en ese momento cuando debemos plantearnos la idoneidad de su lanzamiento, o incluso, la de su retirada si estimamos que esos efectos se están produciendo y son, efectivamente, nocivos. Retirar un producto cuando ves que está produciendo problemas de primer nivel que amenazan a la sociedad no es una cuestión relacionada con la velocidad que aplicaste a su desarrollo o con la innovación: es un problema relacionado con la ética. Cuando ves que tu producto ha sido utilizado para manipular procesos electorales, para provocar genocidios o para perseguir asquerosamente a sus usuarios basándose en todo tipo de información personal, algo debería decirte que eso está mal. Si careces de una voz interior que te lo diga, es que tienes un problema serio.

Si algo ha demostrado Facebook y su fundador a lo largo de los años no es precisamente su capacidad de innovación, sino su total ausencia de planteamientos éticos. Llevado por la obsesión de que el mundo de las redes sociales se movía tan rápido que podía dejar a una compañía obsoleta en cuestión de pocos meses (casos como el de Friendster, MySpace, Orkut y otros), el fundador de Facebook se convirtió en un absoluto paranoico, en un adalid del «todo vale», pero no en la fase de desarrollo, sino en todas. Yo lanzo un producto o servicio, y aunque después de haberlo hecho sea clarísimo y evidente que está generando efectos nocivos, lo mantengo y lo mejoro. Porque sí. Porque puedo. Porque no está correctamente regulado. Porque mejora mi cuenta de resultados. Y porque todo lo demás me da igual.

El problema, por tanto, no está en su capacidad para convertirse en una factoría de desarrollo capaz de convertir ideas en código de manera eficiente, o de gestionar esa factoría para ser capaces de hacerlo de forma muy rápida, sino en el hecho de que, a pesar de ser plenamente conscientes de los problemas que estaba generando, seguir con su hoja de ruta completamente inalterada. Lo que de verdad me sorprende de una persona como Mark Zuckerberg no es su capacidad para la innovación, sino el que sea capaz de dormir tranquilo por las noches sabiendo lo que ha creado.

El problema no viene de moverse rápido, ni de romper alguna cosa de vez en cuando. Es posible que, en ocasiones, las posibles consecuencias de una innovación no se vean claras durante su diseño, o incluso en las primeras fases de su lanzamiento. Pero cuando todo el mundo te está diciendo que lo que hiciste está provocando unas consecuencias espantosas y tu sigues adelante, porque piensas que absolutamente todos los demás van en dirección equivocada, tienes un problema. El problema está en saber que estás rompiendo cosas importantísimas y no solo no detenerte ni dar marcha atrás, sino seguir haciéndolo conscientemente para así ganar un poco más. No es un problema de innovación, sino de carencia de brújula moral. Por eso está profundamente claro que los problemas nunca se arreglarán dejando que compañías como Facebook se autorregulen, porque carecen precisamente de lo necesario para poder hacerlo. La excusa de «no he sido yo, han sido otros usando mi producto», utilizada ayer mismo por una compañía israelí pretendiendo eludir su responsabilidad por el uso de sus productos por parte de determinados gobiernos, es completamente ridícula e injustificable, prueba de una relatividad moral brutal inaceptable, como lo es el «mis armas no matan, lo hacen sus propietarios» o el «mis combustibles no destruyen el planeta, lo hacéis vosotros que no paráis de utilizarlos».

No hay que proteger a la sociedad de la innovación. Hay que protegerla de personas sin ética ni escrúpulos de ningún tipo.

El artículo original se puede leer en el Blog de Enrique Dans

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