Las catástrofes que vienen
Enrique Dans / Julio 2, 2021
La llegada del verano al hemisferio norte abre, como todos los años, la estación en la que los desastres naturales derivados del progresivo calentamiento de nuestro planeta se hacen más evidentes. Hoy han sido tornados en Chicago, de los que es posible que ni siquiera te enteres si no vives en el área, pero mañana serán huracanes, tormentas o enormes incendios descontrolados.
La razón es tan sencilla como desgraciadamente previsible: nuestras emisiones, que siguen aumentando dadas las erróneas prioridades de inversión de los gobiernos de todos los países, han provocado que la cantidad de calor atrapada y retenida por nuestro planeta se haya doblado a lo largo de los últimos catorce años, una situación que genera una inestabilidad climática cada vez mayor. Cada año será peor.
Sabemos con total seguridad que el incremento de desastres naturales como huracanes, inundaciones, tornados e incendios está relacionado con la cada vez más severa evolución de la emergencia climática. Científicamente, la evidencia está ahí, y no es discutible. El año pasado, sabíamos a ciencia cierta que la estación de huracanes en el Atlántico iba a romper todos los récords de los últimos años, y en efecto, lo hizo: de hecho, hubo que cambiar las convenciones por las que se da nombre a los huracanes. Si lo unimos a los desastres en la Amazonia brasileña y en Australia, tenemos un panorama siniestro, que muchos aún se empeñan en negar, pero que cada año da lugar a una aceleración del fenómeno cada vez mayor, en un ciclo evidente: más emisiones generan más catástrofes naturales, y más catástrofes naturales generan más emisiones. Y este año, de acuerdo con los pronósticos, los récords pueden volverse a romper.
Países como Australia, Brasil o los Estados Unidos aparecen como auténticos laboratorios de la emergencia climática, pero el daño puede aparecer en cualquier lugar del mundo y de manera sorprendente, en formas muy variadas: es, simplemente, un planeta llevado a su inestabilidad. Este año, a los huracanes y tormentas se une en los Estados Unidos una fortísima sequía, que incrementa fuertemente el número de incendios y su intensidad. Se habla de la posibilidad de que la emergencia climática desencadene la mayor migración de la historia de los Estados Unidos, del mismo modo que ya está provocando la mayor migración de la historia hacia los Estados Unidos desde Centroamérica.
Mientras muchos no son capaces de ver la relación cuando escuchan noticias de catástrofes de este tipo, los científicos saben perfectamente que todo está relacionado: ni siquiera una pandemia logró frenar nuestras emisiones, y la «vuelta a la normalidad» podría convertir la situación en todavía más insostenible, mucho antes de lo que muchos pensaban.
¿Es posible que el incremento en la frecuencia de desastres climáticos termine generando una situación insostenible para algunos gobiernos que pueda forzar decisiones mucho más drásticas? Ahora mismo, esa es prácticamente nuestra única posibilidad de salir de una espiral como la que estamos viviendo, porque el reto ya no está en el 2050, sino ahora. Y sin embargo, muchos siguen en el negacionismo más absurdo y pretendiendo que no pasa nada, que no hay que cambiar nada en nuestra forma de vida, y que se trata simplemente de «mala suerte», de algún tipo de casualidad.
La única solución que tenemos es tecnológica. Cambiar nuestra forma de vida, dejar de extraer y quemar combustibles fósiles, rebajar drásticamente nuestras emisiones sea al precio que sea, y tratar de estabilizar la deriva del planeta que nuestra actividad ha desestabilizado. La tecnología existe, y está a la altura del desafío. Solo queda que la velocidad de adopción de la misma se acelere lo suficiente como para que ello nos permita sobrevivir. Y si este artículo te parece apocalíptico, ya hablaremos cuando lo releas dentro de unos meses.
This article is also available in English on my Medium page, «Catastrophes? The worst is yet to come«
El Artículo original se puede leer en el Blog de Enrique Dans
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