Informe IPCC: Por qué los escenarios optimistas son cada vez menos optimistas
Se acaba de presentar públicamente el Sexto Informe de Evaluación del IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático) de Naciones Unidas. El documento recoge los avances en el conocimiento científico sobre el cambio climático global respecto al que se disponía en el 2013, cuando se publicó el anterior informe.
En la evaluación se presentan nuevas evidencias que, de forma aún más abrumadora que en los anteriores, responsabilizan de este grave problema a diversas actividades humanas. Entre ellas destaca la progresiva acumulación en la atmósfera de ciertos gases de efecto invernadero emitidos, que provoca un evidente calentamiento global de la superficie terrestre que altera otros factores del sistema climático.
Los aspectos más relevantes de la evaluación sobre el clima actual son:
que el calentamiento global de la superficie terrestre se está acelerando (0,2 ℃ en la última década frente a una media de 0,12 ℃ por década entre 1950-2011),
que un comportamiento similar se observa en otros factores climáticos (aumento global medio de las precipitaciones, reducción de la cubierta continental de hielo y nieve y elevación del nivel medio del mar),
y, la mayor novedad, que los eventos climáticos extremos (olas de calor, lluvias torrenciales, periodos de sequía) han aumentado tanto en frecuencia e intensidad que en varias regiones del planeta ya no permiten explicación posible sin la influencia humana.
Todo lo anterior se detalla mediante el análisis riguroso de un conjunto masivo de observaciones inequívocas a escala planetaria.
¿Qué ocurrirá en los próximos años?
Estas alertas que lanzan los científicos sobre lo que está ocurriendo se agudizan al mostrar los resultados de un conjunto de proyecciones de cambio climático hasta final de siglo. Han sido realizadas con decenas de aún mejores y más sofisticados modelos físicos que simulan el comportamiento de los diversos componentes del sistema climático.
Para ello, han considerado cinco hipotéticos escenarios sobre la posible evolución futura del volumen global de emisiones humanas de los gases invernadero responsables de la alteración del clima.
En el primero se supone un aumento rápido de emisiones hasta llegar a duplicarse a mitad de siglo,
en el segundo que se llegan a duplicar a final de siglo,
en el tercero que se mantienen similares hasta mitad de siglo y después decrecen moderadamente,
en el cuarto que disminuyen desde el presente hasta alcanzar un valor neto de cero en el último cuarto de siglo
y en el quinto que esa anulación neta se llega a alcanzar a mitad de siglo.
Es obvio que ninguno de estos escenarios coincidirá con lo que realmente ocurra a lo largo del siglo. Sin embargo, es el único procedimiento disponible para estimar los riesgos socioeconómicos asociados al cambio climático futuro que tendría que afrontar la humanidad en función de cómo evolucionen las emisiones globales.
Con los actuales modelos climáticos se logran reproducir de forma satisfactoria los principales cambios experimentados por el clima global en los dos últimos siglos. De los numerosos resultados de las simulaciones cabría destacar los siguientes:
Se corrobora que el contribuyente principal del futuro calentamiento es el CO₂ (más del 75 %). Lo siguen a distancia el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O). Por tanto, las medidas mitigadoras deben contemplar prioritariamente la reducción de emisiones de CO₂, que casi exclusivamente proceden del uso de combustibles fósiles.
De los cinco escenarios de emisiones considerados, solo en el más optimista se conseguiría limitar el calentamiento global al valor que el Acuerdo climático de París señala como deseable (1,5 ℃ respecto al clima preindustrial). Por tanto, podría decirse que es altamente improbable conseguirlo. Tan solo los países de la Unión Europea y unos pocos más contemplan llegar a mitad de siglo a un valor cero de emisiones netas de CO₂.
Y tan solo en el siguiente escenario (llegar a cero emisiones netas a partir de 2075) habría posibilidad de limitar el calentamiento global a 2 ℃, el valor comprometido en el Acuerdo de París.
En los otros tres supuestos se llegaría a final de siglo con incrementos de temperatura global superiores, pudiendo llegar a aumentos por encima de 4 ℃. Temperaturas que no ha experimentado el planeta en, al menos, los últimos 3 millones de años, según todas las evidencias paleoclimáticas disponibles.
Los futuros incrementos en la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos, los que provocan efectos más desastrosos, están en relación directa con el aumento de la temperatura media global. Es decir, que incluso en el escenario de emisiones más optimista se agudizarían los extremos que ahora se están observando, y sin duda mucho más en los otros escenarios. El informe muestra con ejemplos ilustrativos los cambios esperables en frecuencia e intensidad de olas de calor, lluvias torrenciales y periodos de sequía en muchas regiones del planeta.
¿Podemos realmente revertir el cambio climático?
Un aspecto que se tiende a resaltar mucho es el grado de “irreversibilidad” que presentan los cambios climáticos actuales o futuros. Primero habría que aclarar cuándo se considera que “revierte” un proceso de cambio. Solo cuando se vuelve a las condiciones iniciales o a partir de que cambie el signo de su tendencia.
El calentamiento global observado esta condicionado por el volumen acumulado de los gases invernadero emitidos desde la era preindustrial. Por tanto, solo empezaría a remitir (cambiar de tendencia) después de que se anularan de forma neta las emisiones globales. Es decir, solo se podría conseguir en los dos hipotéticos escenarios de emisiones más favorables.
Ahora bien, la temperatura media global de la superficie tardaría algunos siglos en volver a los valores preindustriales a partir de que cesaran totalmente las emisiones de gases invernadero. La principal causa es el efecto de los componentes del sistema climático con mayor inercia térmica (los hielos continentales y el océano profundo). Por tanto, serían irreversibles durante muchas generaciones.
En resumen, con este sexto informe, una vez más la comunidad científica advierte con argumentos muy sólidos a los gobernantes, a los poderes económicos y a toda la sociedad de los graves riesgos que irremisiblemente se derivarían de una mayor demora en la adopción de medidas para reducir drásticamente las emisiones generadas por el uso de combustibles fósiles. Esto no es catastrofismo, sino conocimiento y responsabilidad.
Manuel de Castro Muñoz de Lucas, Catedrático de Física de la Tierra, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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