La desaparición del comercio minorista tradicional. Una desgracia para las ciudades
Por Luis Domenech / Septiembre 13, 2021
Cuando paseo por las calles de mi ciudad, es desolador el ver la cantidad de locales vacíos a causa de la quiebra de un montón de negocios que nos están llevando a paso firme a la pérdida de una buena parte de nuestro comercio minorista tradicional y local, y no es un fenómeno localizado, pues se da en todas las ciudades. Y si desde hace unos años, ya la cosa se estaba poniendo dura, la pandemia y el e-comercio vinieron para echar el resto, o al resto que aún sobrevive a duras penas. A estas desdichas, ahora se le suma el elevado coste de la energía en lo que puede ser la puntilla que acabe con otras tantas tiendas y pequeños negocios.
No nos damos de cuenta de lo que estamos perdiendo. No es que haya cerrado una tienda de la cual éramos clientes. Es que cuando íbamos a comprar algo, nos encontrábamos con un amable tendero al que conocíamos desde décadas, que nos vieron crecer y progresar, que conocen a nuestras familias y nos preguntaban por ellas, y que sabían de memoria lo que nos gustaba de su tienda. No solo comprábamos, sino que mientras tanto charlábamos un buen rato de cualquier cosa. Era algo que a mi me gustaba y que disfrutaba.
Ahora no puedo charlar con Amazon, ni Amazon me va a contar las bondades de lo que estoy buscando e intento comprar. Tampoco me va a hacer ese descuento de amigo que bien agradecía, aunque no fuera gran cosa, pero que le daba un valor especial a mi persona; era el mejor chute de autoestima que uno pueda recibir en un acto de compra. Cada vez me quedan menos tiendas a las que serles fiel porque una tras otra van cayendo, y creo que estamos perdiendo algo muy valioso, y no nos estamos dando cuenta.
Yo fui cliente durante décadas de confecciones Garaval. Sus amables y eficientes dependientes se alegraban cuando me veían entrar por la puerta, lo se, y me tenían muy bien cogida la medida.
- Hombre, tu por aquí..., me decían el verme, y lo primero era saber de la familia. Luego venía el "...que se te puede ofrecer...", y tras decirle que necesitaba un par de pantalones, en 20 segundos volvía con tres, de los que los tres me gustaban, porque conocían mis gustos, y cuando entraba con los pantalones en el probador, los tres me sentaban como un guante, porque sabían que de ese fabricante, sus patrones eran los que mejor se adaptaban a mi orondo cuerpo. Al final, iba por dos pantalones, y me compraba los tres. Ahora para comprar unos pantalones me las veo y me las deseo para encontrar lo que me vale, y es que Confecciones Garaval ya no existe.
Me pasa otro tanto con la ferretería de barrio (una tienda que me encantaba, pero que ya no está), y queda algún ultramarinos por mi barrio que aún frecuento; mi kioskera se jubiló, pues ya no vendía tantas revistas como antes y cerró. Menos mal que aún me queda el mercado y rezo para que los HiperSuperMega y Amazon no puedan con él. Quiero seguir viendo al carnicero, al pescadero, al panadero, al frutero y a mis amigas "As Pementeiras" que me venden esos riquísimos Pimientos de Padrón que escogen para mi de tres en tres para que no se cuele en la bolsa alguno que pique. ¡Donde, sino, me los van a elegir así!
Están desapareciendo las tintorerías de barrio que solucionaban manchas imposibles, ya no se lleva la ropa al tinte o al lavado en seco. Quedan muy pocos sastres, todo es Made in China o Bangla Desh. En mi ciudad ya no queda ninguno, pero se forran las cadenas de tiendas tipo ZARA que están en todas las ciudades del país y de cualquier país al que uno vaya.
Hace unos días echó el cierre la oficina bancaria de mi barrio, Abanca la cerró, y de su personal, se que alguno se fue prejubilado y el resto reubicados en otras oficinas. Mas de 40 años estuvo abierta y ahora solo queda el cajero automático como recuerdo, y creo que por poco tiempo. La e-Banca es el futuro. Las personas ya no cuentan, solo sus números. Somos apuntes contables y nada mas. No me gusta, prefiero la Banca de antes, pero es lo que hay.
Cierran las peluquerías de tres en tres. El Covid y el precio de la energía hicieron inviable el negocio, y lo nunca visto: hasta los bares y similares caen como moscas, pues ya no lo resisten mas. Saben que el verano se acabó y que vienen los tiempos de hibernación que traen consigo la gran pregunta: ¿Hiberno hasta el próximo verano? , o cierro definitivamente...
Mi amigo Fran y su mujer Esther se lo estarán planteando un año mas, tras una temporada del verano, con un mes de Agosto espectacular. Pero Agosto es un mes, y el año tiene doce.
Cuantas personas se estarán replanteando que hacer en lo que les queda de vida, toda vez que el negocio que les daba de comer ya no es rentable, que en vez de ganar dinero con el, se pierde. No merece la pena el esfuerzo.
Es desolador, y triste. Hasta se nota en las calles, y para imagen, la que encabeza este artículo y que corresponde a una calle peatonal del centro de Vilagarcía. No hay calle mas triste en la ciudad que esta, con casi todos sus bajos comerciales vacíos. Calles sin ruidos, sin vida, sin escaparates en los que pararse a mirar mientras se pasea, y como aquí, en muchas otras ciudades antes llenas de vida y de comercio, repletas de gente con bolsas al brazo, sonrientes, felices.
Está desapareciendo el comercio minorista de nuestras ciudades y no nos estamos dando cuenta de lo que estamos perdiendo. Puede que lo que lo sustituye sea mas cómodo y barato, pero seguro que no es mejor que lo que teníamos, ni mas fiable. Yo me sigo fiando de mi tendero, porque nunca me falló, y siempre me resolvió cualquier problema que pudiera haber con la compra, en el acto. Quiero proteger del e-comercio lo que aún queda en mi ciudad de ese comercio tradicional. A la hora de comprar, prefiero seguir tratando con personas.
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