Mi declaración sobre el aniversario del asalto al Capitolio

Hace un año, un violento ataque a nuestro Capitolio dejó en claro cuán frágil es realmente el experimento estadounidense en democracia. Y si bien se han reparado las ventanas rotas y se ha llevado a muchos de los alborotadores ante la justicia, la verdad es que nuestra democracia corre mayor riesgo hoy que en ese entonces.
Aunque inicialmente fue rechazado por muchos republicanos, las afirmaciones que avivaron las llamas de la violencia el 6 de enero han sido acogidas desde entonces por una parte considerable de votantes y funcionarios electos, muchos de los cuales lo saben mejor. Las legislaturas estatales de todo el país no solo han dificultado la votación, sino que algunas han tratado de hacer valer el poder sobre los procesos electorales básicos, incluida la capacidad de certificar los resultados electorales. Y los funcionarios republicanos restantes y los líderes del pensamiento que se han mantenido valientemente firmes y rechazado tales esfuerzos antidemocráticos han sido marginados, primarios y expulsados del partido.
Históricamente, los estadounidenses han sido defensores de la democracia y la libertad en todo el mundo, especialmente cuando está bajo ataque. Pero no podemos desempeñar ese papel cuando figuras destacadas de uno de nuestros dos principales partidos políticos están socavando activamente la democracia en casa. No podemos dar el ejemplo cuando nuestros propios líderes están dispuestos a fabricar mentiras y poner en duda los resultados de elecciones libres y justas.
Nuestro sistema de gobierno nunca ha sido automático. Si queremos que nuestros hijos crezcan en una verdadera democracia, no solo una con elecciones, sino una en la que cada voz sea importante y cada voto cuente, debemos nutrirla y protegerla. Hoy, esa responsabilidad recae en todos nosotros. Y en este aniversario, nada es más importante.
Declaración traducida por L. Domenech
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