Novak Djokovic: ¿Héroe, o villano? Pues villano

 Luisondome


Tres jueces del Tribunal Federal Australiano ya han tomado su decisión. Ha sido por unanimidad, y le han dado la razón al Ministro de Inmigración de su país Alex Hawke, desestimando el recurso de apelación presentado por el soberbio serbio, que a demás de haber mentido a las autoridades australianas para poder entrar en el país, saltándose todas sus regulaciones y sus leyes, para poder participar en el Open de Australia, uno de los cinco torneos del Grand Slam de tenis, poniendo en jaque a todo un gobierno del país que le recibe, y al suyo propio, que ave obligado a enfrenta a Australia para defender a su jugador.

Vamos a ver: Djokovic es un negacionista como muchos otros, y está en su derecho de serlo, y de oponerse a ser vacunado. Hasta ahí todo bien. Dado que el jugador viaja constantemente por todo el mundo, deberá saber que sus derechos serán efectivos solo en aquellos países en los que la vacunación no es obligatoria. Hasta aquí, todo correcto.

Pero resulta que Australia tiene unas normas y unas leyes que no solo obligan a los australianos, sino que son de obligado cumplimiento para los foráneos que entran en su territorio, y que todos deben de cumplir mientras estén en el. Esto es así en Serbia y en Australia. En el primero rigen las leyes serbias, y en el segundo las australianas.

Forzar las leyes de un país, saltándose las reglas para imponer su voluntad de jugar el torneo sin estar vacunado, es ilegal en Australia. El lo sabía, y a pesar de todo quiso salirse con la suya pidiendo una exención. Las autoridades australianas entendieron que el jugador les estaba creando un problema con los ciudadanos de su país que entendían que sus leyes no regían para todos por igual, pues no aceptaban las exenciones, según afirmaron las encuestas hechas al respecto, e iniciaron los trámites para expulsar al jugador.

En este momento se inicia un pulso entre Djokovic, el Gobierno Australiano, con las presiones del Gobierno Serbio de por medio, en defensa de los intereses del jugador, entendiendo el intento como un ataque contra Serbia, y creando un problema de opinión pública de escala global que polarizó esta en un "o conmigo, o contrami", polémica a la que pronto se sumaron los negacionistas de todo el mundo que le hicieron abanderado mayor de su causa. Djokovic lo que logró entonces, fue echarle gasolina a la pelea de los negacionistas del mundo por saltarse las normas y salirse con la suya en contra de los demás.

Si el objetivo de Djokovic fuera el ganar su décimo torneo del Open de Australia, lo que debería de haber hecho en primer lugar era vacunarse y viajar al país, tal y como exigen las normas australianas.

Si el objetivo de Djokovic fuera aprovechar la ocasión para darle fuerza a los negacionistas de la vacuna, mas que jugar el torneo, sabía a lo que se exponía, y ya le han notificado que perdió esta partida de poder, y que no podrá jugar el torneo, ni este año, ni en los tres siguientes. 

El soberbio serbio ahora quizás vuelva Dubai o a Puerto Banús a recapitular y a echar las cuentas. Puede perder el puesto de mejor jugador del mundo, puede que solo pueda jugar en Roland Garros, único Grand Slam que se lo permite, puede que tenga que renunciar a jugar en algunos torneos de la ATP,  puede que se pierda algunos de los torneos de Masters 1000, puede que algunos de sus patrocinadores le retiren el patrocinio porque consideren que no es un buen ejemplo para sus potenciales clientes, y muchos de sus seguidores puede que le den la espalda porque no han entendido su postura tozuda. Puede que esas sean las consecuencias de su mala decisión, consecuencias que tendrá que asumir. Lo debió de haber pensado antes.

Hay quien defendido ante los medios o las redes la posición de Nole. Como el tenista Nicholas Kyrgios o el español Feliciano López, incluso los que no son antivacunas, como la francesa Alize Cornet, también le han defendido. Pero yo me quedo con las posiciones que entienden las razones del Gobierno Australiano y le dan la razón. Este es el caso de Rafa Nadal y del resto de tenistas inscritos en el torneo y que han respetado las normas del país, que entienden las razones por las que "Nole" va a ser expulsado y no podrá jugar el torneo, lamentando la tozudez del soberbio tenista serbio, y no comparten sus razones.

Srdjan Djokovic, padre de 'Nole'.AP

No me extraña que haya pasado esto leyendo las declaraciones del padre del jugador, Srdjan Djokovic, que ha llegado a comparar la situación de su hijo con los sufrimientos padecidos por Jesucristo, o su afirmación en redes sociales de que la decisión judicial es un "atentado fallido contra el mejor deportista del mundo, con 50 balazos en el pecho". No se ha mordido la lengua el padre del jugador. De tal palo, al astilla.

Tampoco se ha quedado corto el Presidente Serbio Alexandar Vucic que afirmó que "se maltrató al mejor tenista del mundo durante 11 días, para entregarle en el undécimo día la decisión tomada en el primero", añadiendo en otro momento que "ha sido una caza de brujas contra una persona, y un país". De diplomacia si que sabe el Señor Presidente de Serbia.

Yo me alegro de la decisión tomada por el Tribunal Federal Australiano. Tras la decisión de los jueces, viene el recuento de bajas de esta batalla por la razón.

En ella, pierde Djokovic por el fallo en su contra, pierde el Open de Australia que pierde interés y espectadores, pierden los aficionados al tenis de todo el mundo que no podrán disfrutar del juego del nº 1, pierden los patrocinadores del jugador que ven reducidas sus expectativas, pierde la TV Australiana que iba a retransmitir los partidos y que verá reducido su caché, pierden los anunciantes que pagaron enormes cifras por situar los anuncios en la final que Djokovic supuestamente jugaría, pierde Serbia, su país, que no queda en muy buen lugar ante la opinión pública mundial, pierden los negacionistas antivacunas que salen mal parados de su principal batalla mediática. Son muchas las pérdidas para tan pírrico y supuesto botín.

Solo gana el sensato pueblo australiano con su Gobierno a la cabeza que ha defendido con dignidad su posición y sus leyes, haciéndose respetar. Gana la gente sensata del mundo que ha asistido con asombro a esta batalla de un país contra un ego megalomaníaco, y gana la salud mundial, con la protección de las vacunas a la cabeza.

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