Como aprendimos a entendernos mi perrita Nina y yo

Luisondome

Mi perrita Nina. Imagen: LDL

El habla es una facultad propia del ser humano, y nuestros perros utilizan una forma diferente de comunicación pero ambos podemos aprender a entendernos a través de una forma de comunicación común. 


Para poder comunicarse, se necesita en primer lugar cierto nivel cognitivo. Para la emisión de sonidos,  es necesario cierto control respiratorio y cierto control del aparato fonador. Pero la emisión de sonidos o el habla no son la única herramienta de comunicación; el lenguaje no verbal es otra potente herramienta de comunicación de la que disponen tanto los hombres como ciertos animales, entre ellos el perro.


Nuestros perros tienen una manera de interpretarnos, como cuando les enseñamos algunas órdenes. Estas órdenes las han aprendido a base de tiempo, paciencia y premios, y siempre acertaremos y seremos entendidos y obedecidos cuando usemos la misma palabra para la misma acción. Así, poco a poco vamos creando un diccionario que sí entienden los animales , aunque no puedan pronunciar ni una sola palabra. El nivel de respuesta que nuestro mejor amigo dé ante la palabra “ven” o “quieto” dependerá del entrenamiento que le hayamos dado al animal y de la capacidad innata de este (ciertos perros aprenden 50 vocablos, otros unos 90, etc.). 


Este repertorio de palabras es propio de cada animal, y cada animal tiene el suyo  propio. Cada humano utiliza unas palabras concretas para su animal y cada animal entiende unas palabras diferentes: sus palabras. Eso sí, todos los miembros de la casa tenemos que ponernos de acuerdo para usar el mismo diccionario, pues sino,  volveremos loco a nuestro animal si para una misma pauta, cada persona utiliza un vocablo diferente. 


Existen conceptos que no habrá que enseñarles. Por ejemplo, si escuchan la palabra “calle” se pondrán locos de contentos, sin embargo si escuchan la palabra “baño” normalmente se esconderán donde no se les pueda encontrar. Son muy listos y saben lo que les conviene.


El perro no solo entenderá las palabras de su vocabulario, sino que también es capaz de  interpretar nuestra  comunicación no verbal, y aquí se abre todo un mundo de posibilidades porque se ponen en juego gestos, caras, movimientos o posturas, incluso las que no estamos haciendo conscientemente. 


También entran en este grupo nuestro estado de ánimo, si estamos enfermos o si tenemos dolor… Y es que nuestro perro no solo nos mira, sino que nos siente, es capaz de percibir nuestra situación, hasta el punto de que algunos perros son capaces de notar un ataque epiléptico o uno coronario antes de que su amo lo experimente. Si tenemos un mal día nuestro perro puede intentar animarnos a su manera y si, por ejemplo, estamos enfadados por alguna situación el animal lo notará e intentará evitarte. Yo tengo a veces la sensación de que mi perrita me está taladrando el cerebro con su mirada, que me está tratando de leer el pensamiento, y esa sensación es muy fuerte. Es capaz de enfrentarme la mirada durante un buen rato, como si quisiera echarme un pulso con su mirada, que a veces es retadora.


¿Cómo se hace entender nuestro perro?


Su comunicación pasa por tres aspectos: 

• Lo emocional. 

• Lo social (jerarquía y territorialidad). 

• Sus necesidades y ambiciones. 


Para devolvernos la comunicación nuestro perro utilizará vocalizaciones o gestos. Mediante el control del gesto, se transmiten sensaciones. Yo se cuando mi perrita me esta prestando atención: lo se porque ladea la cabeza hacia su derecha. Cada sonido que emite tendrá un tono y una duración diferente y tendrá un significado variado. Los gestos y movimientos los realizará con los ojos, las orejas, la cola y el hocico. Además, su pelaje y la postura que adopta nos podrá decir muchas cosas. Estas capacidades del animal van evolucionando y perfeccionando con la edad, y por ello su capacidad de comunicarse mejora. Por lo tanto, por supuesto que puedes comunicarte con tu perro pero para ello necesitarás acordar con el una serie de palabras, un diccionario de por vida y escuchar y observar lo que quiere transmitirte con sus ladridos, gemidos o movimientos. No les hace falta hablar.


A partir de este punto, la relación de un determinado objeto con su nombre, es lo que unirá  a ese objeto con un vocablo concreto emitido por su dueño y percibido por el animal. Esto es una nueva capacidad, y se denomina atención conjunta en la comunicación con los bebés. Así es como se coordina también la atención del amo y de su perro con un determinado objeto (trae la pelota), una acción concreta (haz pis), o un entorno (vamos a la calle).


Las motivaciones del animal y sus deseos, serán cada día mas claramente expresados, y a la vez mejor comprendidos por su amo. Empezaremos a distinguir las motivaciones declarativas de las motivaciones imperativas , y empezaremos a ver como el animal nos envía sutiles señales cada vez mas visibles de lo que quiere transmitirnos:

  • Ladeo de la cabeza
  • Erizado del pelo (miedo)
  • Movimiento y posición del rabo (Estado de ánimo del animal)
  • Mirada fija en nosotros, con gemidos suaves (Atiéndeme...)
  • Estornudos repetidos (Llamadas de atención)
  • Mirada puesta en un punto en concreto (Señalamiento)
  • Señalamiento con el hocico
  • Señalamiento con saltos
  • Gemidos mas fuertes y con diferentes tonos (súplica)
  • Gruñidos fuertes enseñando los dientes (amenaza)
  • Ladridos mas o menos fuertes, mas o menos agudos (imperativo), etc.
Nina es muy curiosa, y le encanta mirar por la ventana. Imagen: LDL


Desde este momento, ya se percibe la coordinación entre la necesidad del animal, su lenguaje no verbal, con los sonidos que este emite, y su mirada. A partir de este punto, la comunicación entre el perro y su amo ya estará fuertemente establecida y se afianza el periodo de influencia del uno sobre el otro y viceversa. La comunicación será ya bi-direccional. Hoy en día, hoy yo ya me puedo comunicar ampliamente con mi perrita Nina, acepta y entiende mis órdenes, y ella ya sabe como conseguir de mi lo que quiere y pretende.


¿Pero quien es Nina?


Nina, mi perrita limusina (que así la llamo porque es larguirucha y de patitas cortas), es mi compañera mas fiel e incondicional. Tiene ya cumplidos cuatro años y es la primera mascota que tengo a mis 70 años. La convivencia es excelente entre ambos, junto con mi mujer. Es educada y respetuosa, si bien un poco terca mi perrita, e insistente a veces. No se da por vencida para lograr lo que quiere, pues tiene su carácter, y para ello ha aprendido a aplicar distintas estrategias conmigo o con Elsa (que así se llama mi mujer), situaciones que me gusta provocar para ver como responde. Me divierte mucho, pues es muy lista, y cuando ve que algo no le funciona, cambia de táctica. Me gime suavemente (por favor) mas fuertemente (no me escuchas), estornuda repetidamente y señala algo (quiero esto), llora y esconde el rabo (se pone triste), me pone caritas y ojitos (a ver si le doy pena,) me ladra (me riñe), me empuja con su hocico (ven conmigo), me ladra alto y agudo, mirándome de reojo (uf! La cosa se está poniendo fea…, creo que me está diciendo que soy un cabrón), hasta que la complazco y le doy lo que quiere. Entonces vuelve a agitar el rabo y ya está contenta de nuevo. Como podéis ver, su repertorio de gestos es amplio y de diferentes grados de sutileza. Se las apaña muy bien.


Solo le tiene miedo solo a la aspiradora de carro porque una vez le quiso succionar el rabo, pero no así a la Roomba, porque sabe que no le va a hacer daño, y ya ni se mueve cuando se le acerca, obligándola a rodearla.


Por eso la quiero tanto, no solo esta continuamente pendiente de mi y a mi lado, sino que me hace compañía, ella también me da mimos, y nos hablamos de continuo, pues hablo tanto con mi perrita, como con mi mujer, y esta a la vez con la perrita que conmigo. Formamos los tres una estupenda y divertida familia.

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